IV
Me tenía en sus manos, durante la semanas que vinieron; me agasajó, me dio regalos, me invitó a tomar café a distintos lugares. Yo le invitaba al cine, a caminar por la playa, a caminar por el centro, pero me decía que no le gustaba y que preferiría comer algo y estar en casa. Nunca más pisé la costanera que tanto me gustaba recorrer para ver el mar, nunca más fui a conversar con mis amigos en situación de calle con los que me juntaba a conversar por las noches bajo el puente detrás del McDonald, nunca más puse los pies en la arena de la playa, nunca más me junté con mis amistades después de clases, nunca más salí solo. Un día en una cafetería de las tantas que visitábamos con frecuencia, se me ocurrió ir al baño a lavarme las manos y cuando volví en mi lugar había un peluche de un tigre blanco y con una carta de presentación. Era el tigre Polo que me daba ánimos para que me fuera bien en la universidad. Fue lo más tierno que pudo haber hecho. Ya me tenía los intestinos perforados de